La pastoral vocacional: un reto constante

La labor en el ministerio de la pastoral vocacional, actualmente, es un trabajo lleno de retos e inquietudes. A la vez que apasionante y lleno de esperanzas e ilusiones. El misionero que desempeña, directamente, la responsabilidad en este campo debe procurar mantener, en su vida de oración, la petición constante de paciencia, confianza y fortaleza en el Señor que es el verdadero Llamante.

Para ello, también es necesario conocer los momentos difíciles de las comunidades vicentinas a lo largo de la historia y cómo nuestros hermanos y hermanas han actuado para mantenerse firmes en la fe en los tiempos recios.

La doble familia tras la Revolución

Después de la Revolución francesa hubo un gran receso en las comunidades de la doble familia de san Vicente de Paúl: la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad. La desesperanza y la desilusión se unieron a una restauración a medio gas donde los estilos de vida particulares se iban alejando del espíritu virtuoso de los orígenes: sencillez, humildad y caridad. Ante esta situación, algunos miembros “realmente reformadores” sufrían en buscar la forma de reestablecer las ideas misioneras y caritativas de los inicios.

La protección de la Virgen María

Entre estos misioneros y hermanas se encontraba la pequeña Zoé, la que será conocida como santa Catalina Labouré. La sencilla aldeana borgoñesa se preocupó de la continuidad. Esta inquietud le viene desde su temprana entrada en comunidad, en su etapa seminarística, cuando recibió la gracia particular del diálogo con la Virgen María la noche del 19 de julio de 1830. Ahí la Madre le comenta lo siguiente según el relato de la santa:

“[…] Hija mía, me complazco en derramar gracia sobre la comunidad en particular. La amo mucho… Sin embargo, estoy apenada. Hay grandes abusos en las regularidades. Algunas reglas no son observadas. Hay un gran relajamiento en las dos comunidades… debe hacerse todo lo posible para restablecer la regla en todo su vigor. Se ha de vigilar sobre las malas lecturas, la pérdida de tiempo y las visitas. Cuando la regla vuelva a estar en todo su vigor, una comunidad vendrá a reunirse con la vuestra… llegarán grandes desdichas. El peligro es grande. Sin embargo, no temáis. La protección de Dios está siempre aquí de una manera muy particular y San Vicente protegerá a la comunidad. Estaré yo misma con vosotros. Siempre he velado por vosotros. Os concederé muchas gracias… tened confianza… no os desaniméis. Estaré con vosotros. No así con otras comunidades[1]”.

Catalina comenta la situación al P. Aladel el cual, tras las primeras reticencias ante las visiones particulares de la seminarista, accede a comentar el asunto a los superiores.

Con el correr de los siguientes años se van realizando los cambios pertinentes para la verdadera renovación como un renacer. Esto se nota en todos los aspectos: vida de oración, relaciones comunitarias y externas, servicio generoso a los pobres, sobriedad en el vestir y en el hablar…

El milagroso renacer

La restauración se vive, sobre todo, a partir de la elección, en 1843, del nuevo superior de las dos comunidades: el P. Jean Baptiste Etienne. Este misionero, de fuerte carácter y arraigadas convicciones, cita, desde el comienzo de su generalato, el gran regalo del mensaje de la Medalla Milagrosa para las dos comunidades vicentinas:

Es su poderosa mediación (la de María) la que ha obtenido de Dios que nuestras dos familias no perecieran en medio de las dificultades que han pasado y que se sirviera de ella para reanimar la fe. ¿Acaso podríamos atribuir a otra causa esas vocaciones, tan incomprensiblemente numerosas, que se manifiestan en todas partes […]?[2]”.

Al P. Etienne se unió, al gobierno de la Compañía de las Hijas de la Caridad en 1845, sor Mazin como Superiora General. Ella también apoyó y ayudó a acentuar el ambiente renovador entre todas las hermanas. Así lo comenta una de ellas:

“Creíamos haber vuelto a los tiempos felices en que nuestra venerable Luisa de Marillac […]. ¡Qué hermoso era el espectáculo que entonces ofrecía la Casa Madre! La piedad, el recogimiento, la unión… hacían de ella un lugar de delicias y la serenidad que se extendía a todos los rostros revelaba la felicidad común[3]”.

Además, el clima de esperanza que llega a las comunidades; por medio de las voces populares que dan gracias a la familia de san Vicente por las gracias recibidas a través de la Medalla del mensaje de la joven Hija de la Caridad; ayuda a que muchos y muchas jóvenes se interesen, de nuevo, por formar parte de las dos pequeñas compañías. Por ejemplo, de la familia de sor Labouré; unida a su hermana M. Luisa; saldrá un misionero lazarista, su sobrino Felipe, y una Hija de la Caridad, su sobrina Leonia.

Con este renacer fue posible, además de revitalizar las antiguas comunidades; reducidas casi a cenizas; enviar misioneros y hermanas a nuevas acciones apostólicas por el viejo continente y allende los mares llegando a misionar en costas de América y de Asia. De hecho, del escaso centenar de miembros a principios del siglo XIX, en ambas compañías, a partir de la década de los 40, las casas de formación se quedaron pequeñas para tantos y tantas aspirantes. Tanto fue que “los seminarios vicentinos” se empezaron a convertir en algo normal dentro de la vida de todas las provincias canónicas, y no sólo en París.

Para el P. Etienne, el año 1830 es la brújula que marca el cambio de rumbo de la historia decadente que estaba viviendo la doble familia de san Vicente de Paúl. Eso gracias al mensaje mariano recibido a una, por entonces, anónima Hija de la Caridad.

Un rayo de esperanza

Es sabido que, tanto la Congregación de la Misión como la Compañía de las Hijas de la Caridad; y, por ende, todas las ramas de la Familia Vicentina; no viven sus mejores momentos, en cuanto a número se refiere. Esta realidad se percibe, con más ahínco, en Europa donde tuvo lugar el origen del carisma vicentino. A pesar de ello, la labor de cada miembro de toda la Familia Vicentina es el de seguir en la voluntad de orar y trabajar por las nuevas incorporaciones a las ramas de los seguidores de Cristo a ejemplo de Vicente de Paúl y Luisa de Marillac. Creando, de este modo, una actualizada y real cultura vocacional vicentina. Se cuenta, para ello, con la fortaleza de la oración para una labor desde la magnificencia[4] que haga desarrollar el ministerio con serenidad, confianza e ilusión rejuvenecida[5].

Y, sobre todo, contando con que la promesa divina de proteger al carisma por medio de la maternal atención de la Virgen María no ha sido revocada ¿Estamos a la entrada de una nueva primavera vicentina como sucedió a mediados del convulso siglo XIX? Sólo queda seguir confiando en Aquel que sigue llamando desde su mirada llena de misericordia bajo la protección de su Inmaculada Madre, tal como recuerda la señorita Le Gras en su peregrinación a Chartres:

El lunes, día de la Dedicación de la iglesia de Chartres, lo empleé en ofrecer a Dios los designios de su Providencia sobre la Compañía de las Hijas de la Caridad, ofreciéndole enteramente dicha Compañía […]; pidiendo para ella por las súplicas de la Santísima Virgen, Madre y guardiana de dicha Compañía, la pureza de que tiene necesidad. Y viendo cumplidas en la Santísima Virgen las promesas de Dios a los hombres, y en la realización del Misterio de la Encarnación cumplido el voto de la Santísima Virgen, pedí para la Compañía esa fidelidad por los méritos de la Sangre del Hijo de Dios y de María y que Él mismo fuese el lazo fuerte y suave de los corazones de todas las Hermanas, para honrar la unión de las tres divinas Personas. (SLM; C.121)”.

José Luis Cañavate Martínez, CM.

[1] R. Laurentin, “Vida de Santa Catalina Labouré vidente de la Rue du Bac y servidora de los pobres”. Salamanca. 1980., 83-87.

[2] El XIV Superior General vuelva a hacer alusión a este evento mariano, en 1844 y 1855, para agradecer el crecimiento de las dos compañías vicentinas. Cfr. R. Laurentin, “Vida de Santa Catalina Labouré vidente de la Rue du Bac y servidora de los pobres”; Parte III. La estación de los frutos. En apuntes de la asignatura La santidad vicenciana. Universidad de Deusto. 2023. (Documentos internos del máster en vicencianismo).

[3] Ibidem.

[4] Cfr. Francisco. Vísperas con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, seminaristas y agentes pastorales. Lisboa. 2 agosto 2023.

[5] Cfr. Francisco. Exhortación apostólica Christus Vivit, 36.