Las lecturas de hoy nos hablan del poder transformador de la fe pascual. El evangelio nos recuerda que esa fe es capaz de hacer que el grupo de los discípulos, cerrado sobre sí mismo, se transforme, por la fuerza del Espíritu, en una comunidad misionera. Posiblemente, como Tomás, necesitamos hoy más que nunca, experimentar por nosotros mismos, a ese Jesús resucitado y lleno de vida. Entonces sí podremos decir de corazón: “Señor mío y Dios mío”.

¡Caridad y Misión!

P. Chuno, CM

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