Hablar de la santa invención
Un año más llega el 25 de enero. La tradición vicenciana nos lleva a recordar y celebrar la fundación de la Pequeña Compañía, tal y como nos dejó reflejado san Vicente de Paúl en varios testimonios[1]. Este acontecimiento nos invita, una vez más, a reflexionar sobre aquello que somos y de qué manera mostrarlo a la Iglesia y al mundo.
En los trabajos previos a la XLIII Asamblea General se incide en reflejar cómo vivimos nuestra particular vocación desde todos los aspectos referidos a ella: espiritualidad, misión, formación, comunidad… y en los últimos años, el sentir de la Congregación está puesto en definir y profundizar en nuestra identidad desde una preocupación en la Pastoral de las vocaciones. Sin embargo, en otros ambientes, escritos y diálogos entre miembros de la Congregación parece que un Paúl podría esconderse, de igual modo, entre uno de tantos Institutos de Vida Consagrada o entre la vida de un párroco diocesano. ¿Podemos mostrar algo característico en la Iglesia? O más bien, ¿Tenemos algo que nos caracteriza como vicencianos en la Congregación de la Misión?
Siguiendo el querer del fundador y de los primeros misioneros, tras el Concilio Vaticano II, la Congregación de la Misión se sabe heredera de un carisma regalado por el Espíritu Santo al mundo. Durante varias décadas, muchos misioneros se dedican al estudio, a la oración y a la reflexión sobre aquello que caracteriza al Humilde Instituto en medio de tantos carismas y fundaciones. Como fruto de todas esas respuestas “científicas”, en 1984, salen a la luz las nuevas Constituciones y Estatutos. Estas nuevas normas se fundamentan bajo una espiritualidad bautismal, una teología misionero-caritativa y una legislación apostólica.
A continuación, se muestran varios ejemplos, entre los existentes, de cómo el propio Vicente de Paúl recalca la “especificidad” de la Congregación y su insistencia a los misioneros para que lo hagan saber a los demás.
Una espiritualidad bautismal
Lo vicenciano recalca el bautismo. El misionero comienza a ser parte de la Comunidad cuando es admitido al Seminario Interno y no cuando se acoge a los Consejos Evangélicos en la forma de emisión de votos. El voto no es una consagración religiosa, es simplemente querer dedicar toda la vida al seguimiento de Cristo evangelizador de los Pobres. En varias ocasiones recalca, nuestro fundador, el carácter “no religioso” de los votos:
[…] permanecemos en la práctica de la pobreza y de la obediencia y nos esforzamos, por la misericordia de Dios, en vivir religiosamente, aunque no seamos religiosos. […].
Carta a Juana Fca. F. de Chantal en Annecy. 14 de julio 1639; SVP. I, 552.
Vuelvo de nuevo a la idea que antes le indiqué, de hacer mi propósito en el primer año de seminario, los votos simples a finales del segundo año y un voto de acabar nuestros días en la compañía. Me parece muy bien lo que dice el reverendo padre asistente (jesuita) de que esto no nos convierte en religiosos, trátelo con él un poco más detalladamente.
Carta al Padre Luis Lebreton, CM. en Roma. 9 agosto 1640; SVP, II, 76.
Le ruego que el padre Dehorgny, el padre Alméras y usted le hagan comprender (a Mons. Ingoli, secretario de Propaganda Fidei) nuestra preocupación por el robustecimiento de nuestro Instituto, del que está bastante bien informado, […]; que la providencia de Dios ha inspirado finalmente a la Compañía esta santa invención de ponernos en un estado en el que tengamos la felicidad del estado religioso gracias a los votos simples, pero siguiendo entre el clero y en la obediencia a los señores obispos, como los más humildes sacerdotes de sus diócesis, en cuanto a nuestros trabajos.
Carta al Padre Antonio Portail, CM. en Roma. 4 octubre 1647; SVP. III,224
Se dice que al Papa no le gusta el estado religioso. Muy bien; pero quizás, considerando que nuestros votos no nos hacen religiosos, los aprobará, sobre todo si la cosa depende de él […].
Carta a Renato Almerás, CM. en Roma. 28 octubre 1648; SVP. III,348.
Es verdad que no es conveniente que hablemos de nuestros votos a los externos; y cuando es necesario darles a conocer que estamos obligados a practicar las virtudes prometidas con voto, se les puede hablar de ellas con el término de virtudes, y no de votos, dado que las personas del mundo podrían tomarlos como votos religiosos, a pesar de que son simples y dispensables, y tenernos por religiosos, a pesar de que no lo somos.
Carta al P. Luis Rivet, CM. Superior en Saintes. 28 julio 1658; SVP. VII,193
[…], a propósito de este nombre (misionero), creo necesario decirle que nosotros no somos religiosos, aun cuando hagamos votos simples, y que el voto de pobreza no quita a quienes lo hacen la libertad de disponer del fondo de sus bienes ni de sus frutos y rentas durante su vida, aunque es verdad que no disponen de ellos más que por consejo de sus superiores. […].
Carta al Señor Pinon, padre del hermano Pedro Pinon. 24 marzo 1658; SVP. VII,103.
Una teología misionero-caritativa
La misión es en torno a la que gira toda la vida y el actuar del misionero. La caridad es lo que debe intentar, cada día, robustecer desde el revestimiento de Cristo. Por eso se dice que el misionero es secular ya que está llamado a ser un hombre apostólico siendo, de igual modo, apostólica su oración. Algunos testimonios de l Señor Vicente sobre el tema:
[…] nuestra pequeña Compañía se ha instituido para ir de aldea en aldea a sus expensas, predicar, catequizar y hacer que el pobre pueblo haga confesión general de toda su vida pasada; […]; Que esta ocupación es para nosotros la principal, y para mejor realizarla, la providencia de Dios ha añadido la de recibir en nuestras casas a los que tienen que recibir las órdenes, […].
Carta a Juana Francisca Fremiot de Chantal en Annecy. 14 de julio 1639; SVP. I, 550.
[…]. No hay nadie más obligado a ello que nosotros y ninguna comunidad que tenga que dedicarse más al ejercicio de una caridad cordial.
¿Y por qué? Porque Dios ha suscitado a esta compañía, como a todas las demás, por su amor y beneplácito. Todas tienden a amarle, pero cada una lo ama de manera distinta: los cartujos por la soledad, los capuchinos por la pobreza, otros por el canto de sus alabanzas; y nosotros, […] Hemos sido escogidos por Dios como instrumentos de su caridad inmensa y paternal, que desea reinar y ensancharse en las almas. […].
[…] De los religiosos se dice que están en un estado de perfección; nosotros no somos religiosos, pero podemos decir que estamos en un estado de caridad, ya que estamos continuamente ocupados en la práctica real del amor o en disposición de ello.
¡Oh Salvador! ¡Qué feliz soy por estar en un estado de amor al prójimo, en un estado que de suyo te habla, te suplica y te presenta incesantemente lo que hago en favor de él! Concédeme la gracia de conocer mi dicha y de querer mucho este estado bendito, para que contribuya de este modo a que esta virtud aparezca en la compañía ahora, mañana y siempre. Amén.
Cfr. Conferencia a los misioneros sobre la caridad. 30 mayo 1659; SVP. XI,552-564
Una legislación apostólica
El derecho propio de la Congregación, ratificado por la Iglesia en el Código de Derecho Canónico, nos identifica como Sociedad de Vida Apostólica y no como Instituto de Vida Consagrada:
[…] sobre la necesidad que tienen todas las compañías de una regla o manera de vida adecuada al servicio que Dios quiere obtener de ella. Y esto es perfectamente claro, porque hay una regla, no solamente entre los religiosos, sino en todas partes: nosotros, que no somos religiosos y que no lo seremos jamás, porque no lo merecemos, tenemos una; […].
Extracto. Conf. a las HHC sobre el reglamento. 14 junio 1643, SVP. IX, 121.
[…] Pues bien, nosotros no tomamos ninguna de esas cuatro reglas religiosas, y el Santo Padre no nos ha erigido en estado religioso, sino de clérigos seculares. De ahí se sigue que no estamos en un estado religioso, ya que declaramos que, aunque hacemos votos simples, no pretendemos ser religiosos, sino quedarnos siempre entre el clero.
Carta al Padre Antonio Portail, CM. en Roma. 4 octubre 1647; SVP. III, 225.
Hay mucha diferencia entre la vida apostólica y la soledad de los cartujos. Esta realmente es muy santa, pero no les conviene a los que Dios ha llamado a la primera, que es de suyo más excelente; si no, Juan Bautista y Jesucristo no la hubieran preferido a la otra, como hicieron, dejando el desierto para ir a predicar a los pueblos; además, la vida apostólica no excluye la contemplación, sino que la abraza y se sirve de ella para conocer mejor las verdades eternas que tiene que anunciar; […]. Por lo demás, padre, ya sabe que no somos religiosos ni tenemos intención de serlo; Dios no nos ha juzgado aptos para ese estado. Pidámosle que nos haga dignos de aquel en que nos ha puesto.
Carta a Claudio Dufour, CM. en Saintes. 23 julio 1648; SVP. III, 319.
Hablemos sin miedo a los que preguntan quiénes somos sobre “la santa invención” de Dios para la Congregación de la Misión, sobre todo, a esos posibles jóvenes que podrían ser parte de esta característica Pequeña Compañía en la Iglesia. Y así podamos seguir diciendo con san Vicente: “¡Oh Salvador! ¡Qué feliz soy por estar en un estado de amor al prójimo!”.
Bibliografía
- Ibáñez, José María. Vicente de Paúl, realismo y encarnación. Sígueme. Salamanca, 1982.
- Paúl (de), Vicente. Obras completas. Sígueme. Salamanca, 1975-1986.
- Pérez Flores, Miguel. Revestirse del Espíritu de Cristo, expresión de la identidad vicenciana. Editorial CEME. Salamanca, 1996.
- Pérez Flores, Miguel. Historia del Derecho de la Congregación de la Misión. Editorial CEME. Salamanca, 2005.
- AA. Martínez-Gayol, N.; Bahillo Ruiz, T.; Pita Pereira, N.; Vernaschi, A.; Delgado Rubio, C.J. “Vicencianismo y vida consagrada”. Editorial CEME. Salamanca: (2015). Págs. 61-142; 221-246; 281-356.
- Delgado Rubio, Corpus Juan. “La Providencia de Dios ha inspirado a la Compañía esta santa invención”. Revista Vicentiana. Año 61, Nº1 (2017). Págs. 87-100.
[1] Hasta cinco relatos diferentes SVP; ES: IX, 72; XI, 95; 326-327; 389; 698-700