La mirada de un hombre que descubrió el amor de Dios para todas las personas, sobre todo, los descartados de la sociedad. San Vicente de Paúl el modelo que nos inspira en el seguimiento de Cristo evangelizador de los pobres.
Una infancia campesina
Vicente de Paúl nace a primeros de abril de 1580, en Puoy, pueblo de la comarca de Las Landas, en el sur francés.
Es el tercer hijo de una familia de seis. Sus padres, Juan de Paúl y Beltrana de Moras viven de la cosecha de las tierras y del pasto de los animales. El pequeño Vicente ayuda en casa cuidando los cerdos y pastando a las ovejas. Así lo expresa él mismo siendo adulto: «Yo he sido un porquero».
Un abogado de la ciudad de Dax, el señor de Comet, paga los primeros años de estudio del joven campesino en el colegio de los franciscanos. Al parecer, el muchacho despertaba una audacia especial, por lo que su familia hace un esfuerzo para que pueda emprender la carrera eclesiástica.
En busca de un beneficio
En 1600, a los veinte años, Vicente de Paúl es ya sacerdote. para ganarse la vida y completar su currículum, dirige una residencia de estudiantes. Los años siguientes los vive entre luces y sombras, intentando buscar un beneficio honroso que le procure una buena vida y poder ayudar a su humilde familia.
Cambio de rumbo
En 1609 llega a París, ciudad que no abandonará hasta el final de sus días, allí, el Dios de los pobres, se le va apareciendo en varias circunstancias de su vida que le hacen ir cambiando y, sobre todo, encontrarse con su verdadera vocación misionera de seguidor de Cristo evangelizador de los pobres.
Uno de esos sucesos vitales fue el ser tachado como ladrón. Ahí Vicente no se defendió si no que puso toda su confianza en Dios sabiendo que la verdad saldría, tarde o temprano, a relucir.
Otro momento importante estuvo en su labor como limosnero de la reina Margot. El joven sacerdote descubrió el gran trecho entre el mundo de los ricos y los pobres, además de la hipocresía que se escondía entre los grandes cortinajes de terciopelo del palacio real.
En ese tiempo conoce a un personaje importante de la época, el cardenal P. de Bérulle, el cual, reconoce el gran potencial humano y espiritual del joven y le consigue el puesto de párroco en Clichy. En esta pequeña población no está mucho, apenas un año, pero se fragua todo lo que va a dar de sí en un futuro próximo la vida y obra del Señor Vicente.
El culmen de esos momentos especiales para Vicente se encuentra en el año 1617. Siendo maestro de los hijos de la ilustre familia Gondi, y viajando por las tierras de la Señora, concretamente en las poblaciones de Gannes-Follèville, el joven cura descubre la gran miseria que sufre el pueblo campesino francés y la gran dejadez espiritual por parte de la Iglesia. Esto sucedió en enero. Pocos meses después se marcha como párroco a un lugar al este francés llamado, por entonces, Châtillon les Dombes. En esa población descubrió la necesidad de organizar la asistencia a los desfavorecidos por medio de una Cofradía de la Caridad.
Una vida dedicada a los más pobres
Los acontecimientos anteriores le acompañaron toda su vida. Él los recordaba a menudo en sus charlas y conferencias a los Misioneros, a las Hijas de la Caridad, a las Damas…y a tantos otros con los que compartió vida y acción.
La Congregación de la Misión se fue gestando desde 1617 hasta 1625 cuando se firma un primer contrato con los Gondi, para luego desarrollarse y crecer desde París al resto de Francia, y desde Francia a otros países europeos e incluso, África. Los primeros misioneros se encargaban de llevar la Buena Noticia del Evangelio a las aldeas pobres de la Francia del siglo XVII y de trasmitir esa necesidad a los sacerdotes de su tiempo.
El crecimiento, en número y casas, de los sacerdotes de la misión, estuvo acompasado por la misma situación de las Hijas de la Caridad. Esta nueva realidad en la Iglesia tiene como fecha de inicio el 29 de noviembre de 1633 en manos de Luisa de Marillac, gran colaboradora de Vicente de Paúl, que, junto a Él, consiguió paliar el hambre y el frío de cientos de personas por medio de la atención de las buenas mujeres entregadas a Cristo al servicio de los más desfavorecidos.
Un gran legado
La vida de Vicente de Paúl se apagó, en este mundo, un 27 de septiembre de 1660. Sin embargo, su carisma sigue vigente cuatrocientos años después en todos aquellos que intentan seguir Jesucristo desde el inspiración de este gran santo.