El pasado sábado 27 de julio, tuve la oportunidad de acompañar al P. Iván Juarros a una convivencia vocacional. Normalmente suelen hacerlo una vez al mes, esta vez ha coincidido con mi estancia en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Puerto Cortés. Cada convivencia la van realizando en comunidades diferentes, de esta manera los chicos aprovechan a conocer las comunidades que forman parte de la parroquia, y también conocer un poco la labor de los misioneros.
La convivencia comienza desde el momento que el padre coge el coche y sale de la casa, pues con el coche va recogiendo uno a uno a los chicos para llevarlos al lugar fijado para el encuentro. Esta vez nos hemos reunido con nueve chicos, me llama la atención que la mayoría son hijos de delegados o catequistas. Como llevan el ritmo de una convivencia cada mes, van desarrollando una secuencia de temas para discernir la vocación, esta vez ha tocado el tema sobre la vocación laical. Hemos empezado con una oración, una lectura del profeta Isaías y luego el desarrollo del tema.
El encuentro ha sido una experiencia muy gratificante, en especial porque son muy implicados, se interrogan seriamente por la vocación, es decir, que están abiertos para discernir la llamada de Dios, quieren descubrir dónde Dios los necesita, cuál es el sentido de la vida y del ser cristianos. Iluminados por lo que nos dice el papa Francisco en Gaudete et Exsultate hemos profundizado en la vocación laical, como un llamado a la santidad, teniendo en cuenta que la vocación del laico se desarrolla en la participación activa en los ministerios de la iglesia, tales ministerios llevan a la persona a dar un testimonio cristiano, tanto a nivel eclesial como también a nivel social. La vida laical comienza desde el momento en que nos incorporamos a la iglesia mediante el bautismo, sin embargo, esto no significa que el laico tiene un papel pasivo dentro de la iglesia, la vocación laical lleva a la persona a la implicación activa en la iglesia.
El desarrollo de este tema también contó con el testimonio de dos Delegados de la Palabra, los cuales nos compartieron su experiencia de 50 años sirviendo activamente en este ministerio (Delegado de la Palabra). Que personas mayores nos cuenten sus experiencias, verlos felices y satisfechos de sus servicios, es algo que realmente toca el corazón.
Finalizamos la convivencia compartiendo una deliciosa comida que nos había preparado la catequista de la comunidad, que, es más, aparte de prepararnos la comida, nos acogió cariñosamente en su hogar. Posteriormente fuimos acercando a los chicos a sus respectivas comunidades.
José Pedro López, C.M