La Habana y Santiago de Cuba fueron sus primeros destinos, ya en España Paredes de Nava (Palencia) y a partir de 1899, Madrid, casa de Capellanes, Lope de Vega, 38. En 1929 lo nombraron asistente.

En julio de 1936 residía eventualmente en Valdemoro (Madrid), si bien continuaba perteneciendo a la mencionada comunidad de Lope de Vega.

Fueron cualidades relevantes del P. Quintano la humildad y la sencillez. Tenía mucho espíritu de fe para ver a Dios en todo. A sus compañeros les quedó grabada la paciencia extraordinaria con que llevaba todos los sufrimientos de la cárcel. Allí perdió la vista y en general se fue consumiendo lentamente de tal modo, que hubiera muerto también por agotamiento. 

 El domingo 26 de julio de 1936, los milicianos asaltaron con violencia la comunidad de Paúles de Valdemoro, se incautaron de la casa y de las fincas anexas, obligando a salir a los 5 sacerdotes, 6 hermanos coadjutores y un seminarista, que se encontraban en ella para asesinarlos en la plaza del pueblo, lo que no efectuaron por haberse opuesto a ello un capitán de la Guardia Civil.

Los llevaron a todos a la cárcel de Ventas después de pasar por la DGS, pero en dos grupos. El P. Benito Quintano Díez, con  Teodoro Gómez y el seminarista, ingresaron en prisión el 27 de julio. En la cárcel estaba prohibido todo rezo, pero los sacerdotes y religiosos burlando la feroz vigilancia rezaban el rosario organizados, de forma que llegó un momento en que se les unió tal número de presos que se organizó el rosario perpetuo de dos en dos, cada media hora.

El día 11 de diciembre de 1936 a las 6 de la tarde dieron libertad por anciano al P. Benito Quintano Díez. Al despedirlo no le devolvieron el poco dinero que había entregado al ingresar en prisión y estaba depositado a su nombre en la administración de la cárcel. Le dijeron que debía volver a recogerlo por la mañana.

Durmió en una pensión conocida en la calle Valverde, pero como no tenía dinero para pagar, volvió al día siguiente a la cárcel a reclamar lo suyo y en las puertas de la cárcel lo mataron. La dueña de la casa donde durmió le acompañó hasta el metro de Manuel Becerra en las inmediaciones de la cárcel. Poco tuvo que costarles acabar con un anciano casi ciego y decrépito por los cuatro meses de reclusión y tormentos.