El pasado domingo 16 de junio, los estudiantes de la Etapa de Acogida en Zaragoza -Diosvany y Manuel- llegábamos a Castellón con el objetivo de realizar nuestro servicio de verano en la Obra Social “Marillac”, junto a las Hijas de la Caridad. “Marillac” es una gran familia donde las hermanas y un buen grupo de trabajadores y voluntarios acogen y acompañan a personas convalecientes que sufren pobreza y vulnerabilidad, debido a su estado de salud y a su situación de exclusión social.
Dispuestos a “en todo amar y servir”, durante tres semanas hemos compartido vida, mesa y actividad con las diez personas que se encuentran actualmente residiendo en esta casa. Con ellos, participamos en los distintos talleres sobre los valores de dignidad humana, justicia, ecología…, trabajamos en el huerto y en el jardín, vimos películas de acción y los partidos de España en la Eurocopa, colaboramos en la limpieza de los exteriores… También hicimos una caminata por la costa verde de Benicàssim y Oropesa, recibimos la visita de un instituto de secundaria, salimos de paseo por el parque y por el barrio, los sábados en “La Palabra” comentamos lo que resonaba en nuestro interior del Evangelio dominical…. Además, conocimos los proyectos “Faro” y “Puente” que las mismas hermanas tienen en la ciudad, uno de ellos destinado a mujeres víctimas de violencia de género. Por último, compartimos la eucaristía y la oración a lo largo del día con la comunidad de hermanas, así como alguna salida, como a la Basílica de la Mare de Déu del Lledó o a la casa “La Sagrada Familia” en Castellnovo. La última semana se unió Sor Noelia, seminarista de la Provincia España-Este.
Ha sido una experiencia muy edificante para nuestra vocación de seguimiento de Jesucristo evangelizador de los pobres. Más allá del bien que hayamos podido hacer, hemos descubierto lo importante que es estar con los pobres, escucharlos, aprender de ellos, dejarnos evangelizar por su sencillez, ser signos de esperanza para sus vidas y decirles que Dios está de su parte. Las Hijas de la Caridad nos han acogido y cuidado; y sobre todo, a ejemplo de San Vicente y Santa Luisa, han sido para nosotros maestras de un servicio amable, paciente y respetuoso hacia personas que, aun experimentando la cruz de la enfermedad o el sufrimiento, viven cada día con ilusión. Por todo ello, por esta oportunidad, nos sentimos muy agradecidos a Dios y a la Congregación, y animados para continuar el servicio en Albacete los próximos días.
Manuel y Diosvan
y
Etapa Acogida – Zaragoza