El padre Marino Marco Rojo, nació un 10 de julio de 1948 en un pequeño pueblo de la serranía guadalajareña llamado Peñalén. Él decía, debido a su verdadera humildad, que en su pueblo podría haber nacido el Salvador del mundo porque de Peñalén no puede salir nada bueno como se dice en la Sagrada Escritura de Belén.
Los que hemos tenido la oportunidad de vivir con Marino, sabemos que sí salió algo bueno de ese pequeño pueblo olvidado de la España vaciada. Lo bueno fue disfrutar y aprender de este gran hombre apostólico que dio su vida por transmitir la buena noticia de Jesucristo. No utilizaba muchas ni grandes palabras pero sí que su misma persona y presencia evangelizaban.
La terrible enfermedad del olvido fue desgastando su memoria pero en ningún momento perdió su serenidad ni su mirada misericordiosa. Fue verdaderamente un sacerdote de los pobres, un sacerdote de la misión.
Desarrolló la mayor parte de su labor apostólica, entre otros lugares de España y Honduras, en la diócesis de Albacete. A la que quiso y dedicó sus últimos años de trabajo misionero. A finales del año 2020, fue trasladado a la comunidad de la residencia de misioneros enfermos debido al empeoramiento de su enfermedad cognitiva. Allí siguió dando muestras de su bondad y sencillez.
El pasado 23 de julio, el Padre Marino, abandonaba esta tierra de una manera también callada y serena, tal como había vivido.
Gracias Marino por tu vida y ejemplo. Intercede por nosotros para que seamos buenos seguidores de Jesucristo Evangelizador de los pobres como tú lo fuiste. Y dile también que mande algún nuevo y buen misionero.