Jesús se presenta a sí mismo como el pan vivo bajado del cielo, cuya fuerza de vida es capaz de dar vida eterna a quien lo acoge con fe y lo reconoce como enviado e Hijo de Dios.

En el desierto de nuestra vida, el Señor nos sigue dando el alimento que es su propio Hijo, el Pan bajado del cielo. En él encontramos la fuerza que necesitamos para vivir en el amor como Cristo y para llegar a nuestra meta sin desfallecer.

¡Caridad y Misión!

P. Chuno, CM

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