“Hay prisa en el aire”. Así es como se titula el himno de la JMJ Lisboa 2023 que acaba de concluir. 

Lo cierto es que en esa semana no sólo hubo prisa en el aire por la premura de María ante la alegría de la misión encomendada. Hubo aire de Dios, fragancia de fraternidad y espíritu de alegría en los más de millón y medio de jóvenes que nos juntamos a celebrar la fe en un Dios que está vivo y que nos llama a algo grande, simplemente, porque nos ama sin ningún tipo de requisitos. 

En esas jornadas pudimos compartir fe y vida con todos aquellos con los que nos cruzábamos por la calle. Allí nos saludábamos todos, preguntándonos la procedencia, tanto civil como eclesial, buscando ensanchar el corazón católico en su mejor sentido de universalidad. 

Las calles lisboetas llevaban, entre cantos y alabanzas a Dios, a los puntos de encuentro del evento internacional: la ciudad de la alegría (Parque de Belém), el parque Eduardo VII y el campo de gracia (Parque Tejo). El primer lugar estuvo dedicado a la feria de las diferentes familias eclesiales y al sacramento de la reconciliación. El segundo acogió las celebraciones iniciales junto con el Vía Crucis y el último congregó a todos los peregrinos a la Vigilia de oración y adoración al Santísimo y a la misa de clausura. En cada uno de esos sitios nos dirigimos a escuchar al Papa Francisco que con gran vitalidad y jovialidad nos trasmitió la fortaleza del Espíritu Santo en su ya frágil forma física. 

La experiencia más hermosa de la JMJ de Lisboa 2023 no es haber conocido a mucha gente, haber realizado ciertas actividades o haber visitado los monumentos más emblemáticos de la capital lusa, no; lo más hermoso es haber palpado la presencia de Dios en el aire y en el ambiente. Un Dios que nos vuelve a “re-llamar” para no caer en la pusilanimidad del tedio pastoral. Un Dios que nos empuja a volver a echar las redes con magnanimidad e ilusión sin dejarnos llevar por esa tristeza dulzona que destruye a la misma Iglesia desde sus adentros. 

Muito obrigado por todo Portugal

De todas las palabras del Santo Padre en Lisboa, las cuales es recomendable releer y llevar a la oración, destacar una breve frase que nos anima y ayuda a caminar en y por nuestro carisma vicentino: 

“A veces, en la vida, hay que ensuciarse las manos para no ensuciar el corazón”.