Estudió hasta tercero de latín en las escuelas apostólicas de la Congregación de la Misión de Tardajos y Guadalajara, pero en la Navidad de 1928 cambió el matiz de su vocación y dejó los estudios de la carrera sacerdotal para ser Hermano Coadjutor.
Terminado el seminario interno, recién cumplidos los 18 años, el Hno. Cristóbal González fue destinado a la casa estudiantado de Villafranca del Bierzo (León).
Era un joven muy firme en su vocación y estaba bien considerado por sus formadores, de otro modo no le hubieran destinado a aquella casa seminario de filosofía, habitada por estudiantes de su misma edad, que se preparaban para ser sacerdotes.
En 1933, apenas cumplidos los 20 años, dispusieron los superiores su traslado a la casa de Lope de Vega de Madrid para el servicio de la portería y para sacristán de la iglesia del seminario de las Hijas de la Caridad, anexo a la casa de los Padres.
Tenía el Hno. Cristóbal 23 años en octubre de 1936 cuando entregó su vida al Señor. Según testifican sus compañeros de curso, el Hno. Cristóbal era muy piadoso, amante del trabajo, poco hablador y amable con todos. De tal manera edificaba su porte en el servicio divino que las Hermanas del noviciado decían de él que parecía un San Luis Gonzaga. Estaba animado del celo por la salvación de las almas, gozaba escuchando de labios de los Padres sus triunfos apostólicos. En cierta ocasión dijo a este propósito: ¡Cómo me gustaría contribuir yo en lo que pudiese!
Cuando el Hno. Cristóbal González hizo los votos, en España ya sufrían persecución los religiosos. Durante el noviciado se lo hizo saber el director y, a la pregunta de si quería marcharse hasta que cambiara la situación, el Hno. Cristóbal dijo que no se iba, que si tenían que matarlo moriría allí.
En los momentos más álgidos de 1936 los superiores le dieron facilidades para marchar a casa de su familia y evitar el peligro, sin embargo, él prefirió permanecer con la comunidad.
Fue detenido y hecho prisionero el 25 de julio de 1936 en su residencia con el P. José María Fernández, el P. Roque Guillén y el H. Cesáreo Elexgaray para ser martirizados en Vallecas el 23 de octubre de 1936 después de tres meses de reclusión y tormentos.