De Texas, además de los ranchos y vaqueros, también encontramos a hombres ilustres y destacados por su humildad. Allí un día de invierno de 1909 nace James W. Richardson[1] en la ciudad de Dallas. Pertenece a una familia numerosa y profundamente cristiana. Con sólo 16 años entra a formar parte de la Congregación de la Misión en el Seminario Interno de Perryville, Missouri, para ocho años después ser ordenado sacerdote. Doctor en derecho canónico dedicó su ministerio en la Congregación como formador de los nuestros, vicevisitador de la provincia del Oeste de USA. En la Asamblea extraordinaria de 1968-69 fue elegido como 21º Superior general de la Congregación.

Al terminar su servicio al frente de la familia que lo acogió, ¡con 71 años!, se ofrece a marchar a la Misión de Maralal, en Kenia, donde es enviado al Seminario Mayor del Buen Pastor. En 1987, vuelve a su provincia de origen, al Seminario Mayor de Denver, Colorado.

En 1996 pasó a la casa del Padre en Perryville, el mismo lugar donde fue admitido en la “Pequeña Compañía” 71 años antes.

Dicen que fue un hombre de todo de una pieza: cabal, fiel, leal, humilde, dialogante, austero, responsable y entregado. No sabía lo que era eso de “quedar bien”, “la bella figura” o “los favoritismos”. Buscaba, ante todo, la eficacia lo que le llevaba a ser algo exigente, pero, sobre todo, con él mismo.

Contexto histórico y social

En este periodo estaba en auge la guerra fría entre los EE. UU. y Rusia, donde se disputaban su puesto de primera potencia mundial (exploración espacial con la llegada del hombre a la luna, explotaciones petrolíferas con las guerras en Oriente, la división política de Alemania…).

Además, la Iglesia católica estaba en plena ebullición conciliar. Tres papas en este tiempo: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.

 

Contexto de la Congregación de la Misión

Nuestro instituto se encontraba en años difíciles, por las circunstancias de los cambios, experiencias y puesta al día de la Congregación, partiendo del Concilio Vaticano II y de las Asambleas Generales. La Compañía tuvo la ardua tarea de buscar la adaptación del carisma originario a las condiciones actuales del Mundo y de la Iglesia.

Podría decirse que todo el mandato del P. Richardson se desarrolló bajo el signo de la renovación en una fidelidad a San Vicente sin fisura.

 

Logros y preocupaciones

En el periodo de su gobierno se dedicó a que sus misioneros conocieran los nuevos documentos conciliares. En plena renovación congregacional reestructuró varias provincias (como por ejemplo la división de la provincia española de Madrid en tres), instauró el trabajo del tiempo fuerte en la Curia general y se empeñó en varias misiones “ad-gentes” sobre todo en África.

 

[1] Rafael Sáinz, CM, P. James W. Richardson, Perfil Humano.