DÍA 2: LOS POBRES, LOS POBRES, LOS POBRES

Busca un lugar tranquilo. Si puedes, enciende una vela como signo de la luz de Cristo que te guía. Coloca una cruz o una imagen que represente tu servicio misionero. Respira profundamente y haz silencio.

Haz esta oración breve para disponerte:

“Señor Jesús, aquí estoy. Quiero escucharte y reconocerte en los pobres. Abre mis ojos, mi mente y mi corazón para vivir este momento contigo.”

Evangelio del día: Santiago 2, 14-17

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga “tengo Fe”, sino tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Idos en paz, calentaos y hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿De qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.

¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!

Enseñanzas de San Vicente de Paúl

No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres, en los brazos de la Providencia y en una renuncia actual a nosotros mismos, para seguir a Jesucristo».

SVP III, 359

Para la reflexión personal

La fe que se arrodilla ante el pobre

San Vicente lo repetía con insistencia: “Los pobres son nuestros amos y señores.” No como una frase bonita, sino como una verdad que transforma la vida. Para nosotros/as, misioneros/as, los pobres no son un “destino” de la misión, sino el lugar donde Cristo nos espera.

La carta de Santiago es clara: la fe sin obras está muerta. No basta con decir que creemos, si no nos dejamos tocar por el sufrimiento del otro. La fe verdadera se arrodilla ante el pobre, se ensucia las manos, se deja incomodar.

San Vicente nos recuerda que servir a los pobres es el camino más seguro hacia la santidad. Pero no se trata solo de dar cosas, sino de dar la vida, con humildad, con ternura, con alegría. Y eso solo es posible si vivimos en los brazos de la Providencia, confiando en que Dios actúa incluso en nuestra pequeñez.

La oración de hoy es una súplica para que nuestros ojos y nuestro corazón se abran. Para que no pasemos de largo. Para que reconozcamos a Jesús en el sediento, el hambriento, el solo, el herido.

¿Estoy viviendo una fe que se traduce en obras concretas de amor?

¿Reconozco a Cristo en los pobres que encuentro en mi misión?

Oración final

Señor Jesús, Tú que elegiste vivir en pobreza,
ayúdanos a ver y amar a los pobres.
Que sepamos encontrarte en su hambre, su sed, su soledad y su dolor.
Enciende en nuestra Familia Vicentina
la unidad, la humildad, la sencillez
y el amor ardiente que vivió San Vicente de Paúl.
Danos fuerza para vivir estas virtudes
y servirte con alegría en los más necesitados.
Que un día podamos estar contigo y con ellos en tu Reino.

Amén.

Gentileza de: Misevi España